Carmen M. Padial para TdE/El fiscal de Cataluña, Miguel Ángel Aguilar, ha criticado la “disparidad” de posiciones del Tribunal Supremo respecto a distintos casos que tienen en común lo que este señor, y sus “amigos”, deseen encontrar.
Este fiscal, que bien podía llamarse Neotorquemada (usemos el “neo” porque a estos inquisidores les gusta mucho), pide al alto tribunal que cumpla su función de unificar doctrina y establezca un criterio claro y conforme a la jurisprudencia europea.
Es decir que, Neotorquemada, tira de las orejas al Tribunal Supremo, como si él fuera el fiscal supremo guardián de la verdad y del criterio universal.
Y es que este nuevo padre inquisidor, no entiende los matices de uno u otro caso, algo que suele venir reflejado en las sentencias de las causas a evaluar.
El pasado 3 de junio, el Supremo absolvió a los dueños de la librería “Kalki” de Barcelona y a los líderes del Círculo de Estudios Indoeuropeos (CEI), y a Juan A. Llopart como editor de ENR. Esto, gente como este fiscal, lo entienden como “un duro mazazo a los juristas dedicados a la lucha contra el racismo”, este señor no acaba de entender, o más bien, no le conviene entender, que la historia es como es y que no debe alterarse a gusto del consumidor o régimen gobernante.
Abogados de SOS Racismo, y Cristóbal Martell, en nombre de la comunidad israelí en España presentaran un recurso de amparo ante el Tribunal Constitucional (TC) contra la absolución de Kalki, y la editorial ENR.
Que SOS Racismo vaya de la mano con la comunidad que más asesinatos tiene a sus espaldas, número que crece cada día, dibuja claramente el tipo de tolerancia que es admisible, y qué tipo de intolerancia para ellos se debe perseguir.
Llama la atención que, los mismos grupos de ultraizquierda que dicen defender al pueblo palestino, y a todos los pueblos, luego vayan de la mano de un pro israelita, como es el presidente de SOS Racismo, Esteban Ibarra.
Llama la atención tanta hipocresía, y solo da que pensar que, los asesinos, los genocidas, siguen vivos, muy libres, y sin juicio en su horizonte. Y que un libro es inocente, no acaba por sí mismo con la vida de las personas, sólo es una lectura. Sin adoctrinamiento, no hay lección ni acción, solo las manos son capaces de acabar con la vida de las personas, también pueden serlo las leyes, si el que las maneja -o desea dirigirlas- tiene las manos tan manchadas de sangre, como estos inquisidores, como estos intolerantes, con traje de pana o con toga.
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