domingo, 6 de junio de 2010

El vuelo de Hess a Escocia.

Poco antes de su arriesgado vuelo sobre las islas británicas, Hess le preguntó a Hitler si seguía siendo fiel a su idea expresada en Mein Kampf en el sentido de marchar al lado de Gran Bretaña. Hitler, que acababa de dar un discurso ante el Reichstag, lo miró extrañado por la pregunta fuera de contexto y le contestó afirmativamente.

El 11 de mayo de 1941 Hitler recibió en el Berghof un sobre donde Hess le informaba que estaba volando hacia Glasgow para entrevistarse con el duque de Hamilton, abierto simpatizante de los alemanes. Hess se proponía establecer una alianza de paz con los ingleses antes del ataque alemán a la Unión Soviética. Hitler primero reaccionó con ira, luego sintió dolor por la actitud de su viejo y leal compañero y finalmente un sentimiento de pavor que afectó todo su cuerpo. Derrumbado en su sillón del Berghof, Hitler con razón comenzó a temer lo peor. Hess en mano de los ingleses sería sometido a toda clase de interrogatorios y mediante la ingesta de drogas hablaría de los planes concernientes a la operación Barbarroja. No olvidemos que su viaje a Escocia se produjo apenas un mes antes de la invasión alemana a la Unión Soviética. Los alemanes emitieron un comunicado por radio anunciando que Hess había volado en estado de locura. Pocas horas después la BBC informaba que Hess se había arrojado en paracaídas sobre Escocia y que había sido inmediatamente arrestado.

Si los motivos del viaje de Hess nunca quedaron claros, su vida en manos de sus captores forma parte de un secreto nunca revelado. Aunque la versión oficial dice que Hess fue tratado dignamente como prisionero de guerra, cuesta creer que los ingleses no hayan sometido a Hess a duros interrogatorios. Curiosamente los ingleses, al igual que los nazis, afirmaron que Hess estaba demente y que sus respuestas estaban envueltas en historias de alucinaciones. Sin embargo, los hechos inmediatamente anteriores a su vuelo, prueban que ess estaba en su sano juicio. De no haberlo estado es imposible que se hubiera podido desempeñar como ministro de Hitler hasta el día anterior a su vuelo. Además está el testimonio del propio Hitler que reconoció haber hablado con Hess de la cuestión inglesa después de su discurso ante el Reichstag el día 4 de mayo (Hess voló el día 11 del mismo mes). Si Hess estaba demente, ¿cómo pudo hablar con Hitler y éste no darse cuenta? Los testimonios de su esposa e hijos también dan fe de que Hess se despidió de ellos en perfecto estado mental. La posibilidad de que Hess haya simulado estar loco ante sus captores tampoco parece muy probable ya que el duque de Hamilton sabía que Hess estaba en sus plenas facultades puesto que hasta dos días antes de su vuelo, ambos habían mantenido un estrecho contacto telefónico y epistolar.

Durante los 46 años de prisión que debió padecer, Hess fue visto en apenas dos ocasiones. Durante el juicio de Nuremberg se lo vió en un estado aparentemente demencial (ya llevaba cuatro años como prisionero), mirando hacia el techo, dibujando mamarrachos y riéndose sin motivos. Pero sus miradas cómplices con Goering no dan la impresión de un hombre loco sino la de una persona que simulaba su locura. El tribunal dictaminó que Hess estaba demente por simulación de la locura. Es realmente difícil de creer que una mente aguda como la de Hess haya adquirido la locura por haberla simulado. Hess fue visto por segunda y última vez en 1986 a los 93 años deambulando en estado espectral por los patios de la prisión de Spandau. Un año más tarde otro hecho insólito corona una historia que ni el mejor novelista pudo haber escrito: la versión oficial anuncia que Rudolph Hess se ha suicidado ahorcándose con una soga. Por empezar resulta impensable que un hombre de 94 años tenga el suficiente vigor para pasar una soga por una viga ubicada a 3 metros del piso, luego atársela al cuello y arrojarse desde semejante altura. Suponiendo que esto fuera posible, no se entiende porqué Hess esperó medio siglo para poner fin a su vida y en todo caso resulta curioso que la demolición de Spandau estuviera sujeta a la muerte de su último prisionero.

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