miércoles, 2 de marzo de 2011

LA NUBE TOXICA DE MADRID Y LAS REFLEXIONES DE DOS TAXISTAS

De las conversaciones con los taxistas uno aprende mucho sobre la vida de su país. Normalmente conversan con todo tipo de gente y, al ser autónomos y llevar su propio negocio, tienen un olfato y un sentido común admirables. Hoy he podido hablar con dos de ellos, uno de Madrid y otro de Vigo.
Primera conversación, camino del aeropuerto, sobre las seis de la mañana, comentaba yo muy animado, por hablar de algo y meterme con Gallardón (cosa que da juego), sobre la nube tóxica que contamina estos días Madrid, taponando nuestras narices con todo tipo de partículas infames.
Así, el taxista, que rondaba los sesenta, me decía, en una relación no del todo imposible: “Si es que la capa de mierda que tenemos es por todo lo que pasa, que está todo relacionado, la gente solo quiere dinero, lleva su coche a todos lados, tenemos unos políticos mediocres que han organizado así las cosas, y la  sociedad está  enferma que no protesta y solo quiere que le den el paro sin trabajar  y, al final, pues la nube  tóxica”.
Yo luego,  en el avión camino de Vigo, meditaba yo sobre esta curiosa y sencilla relación. Lo terrible es que,  de nuevo, en otro taxi, segunda conversación, esta vez un gallego de Vigo, me decía: “Tengo 29 años, me hipotequé en un pastón hace 3 años para tener el taxi, mis amigos se ríen de mí, ellos aspiran a los 420 € de la ayuda esa cuando no tienes paro y trapichean. Me dicen, te suben los impuestos para que nos lo den a nosotros, no curres tanto… Yo gano más que ellos pero echo 10 horas al volante y me da para vivir bien y disfrutar de la mujer y mis niñas. Algunos otros taxistas trabajan 18 horas, pero solo porque tienen que pagarse las putas. Está todo hecho una pena”.
Después, pude respirar  unas horas el aire de Galicia,  cargado de aroma de eucalipto, que se movía en un viento atlántico fresco y limpio y mis aparatos respiratorios se han relajado. Pero al llegar a Madrid, la nube negra ahí seguía. Cuando avanzaba hacia la ciudad he visto un inmenso edificio con un cartel: “Oficina Estatal de Empleo público”. La nube negra, entonces, se me ha hecho espesísima. Tanto, que ya casi uno no puede respirar.  Esto debe cambiar. Si es verdadera la relación entre la nube contaminada y la podredumbre sociopolítica, esperemos que el viento que viene  este fin de semana empiece a arrastrar también la mediocridad que nos destruye.

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