lunes, 17 de enero de 2011

Asedio y batalla de Muret.

El 10 de septiembre, las tropas de Pedro el Católico se juntaron con las de sus aliados occitanos y montaron dos campamentos en el llano de la ribera izquierda del Garona. Los campamentos estaban situados a unos 3 km del castillo de la localidad y de las embarcaciones amarradas que habían llegado desde Tolosa; éstas estaban llenas de provisiones, y contaban con unos 2.000 caballeros y unos 5.000 peones de infantería.
 
Los caballeros estaban divididos en tres grupos: el primero de ellos estaba dirigido por Raimundo Roger I de Foix y constaba de unos 400 caballeros propios y unos 200 de la Corona de Aragón; el segundo grupo, formado por unos 700 caballeros de la Corona de Aragón, estaba al mando del propio monarca, Pedro II, en tanto que el tercer y último grupo, de unos 900 hombres, estaba a las órdenes de Raimundo VI de Tolosa y Bernardo IV de Cominges.
 
El mismo día, 10 de septiembre, los tolosanos comenzaron el asedio con mangoneles y otras armas de asedio. De esta manera tomaron una de las dos puertas de la ciudad, una de las torres y la villa nueva, forzando a los caballeros franceses a retirarse a la villa vieja y al castillo. Cuando el rey Pedro tuvo noticia de que Simón de Montfort se aproximaba a Muret, ordenó la retirada de la infantería que participaba en el asedio para evitar que fuese atacada por la retaguardia. De esta forma, al llegar al día siguiente por el oeste con 900 caballeros, los cruzados pudieron entrar en la fortaleza de Muret por una de las puertas que no estaba controlada por los tolosanos. Aún por la tarde llegó el pequeño contingente bajo las órdenes de Payen de Corbeil. También se apunta la posibilidad de que Pedro II dejara entrar a los cruzados con la intención de encerrarlos en Muret.
 
Raimundo VI de Tolosa, que conocía las tácticas del enemigo, propuso fortificar el campamento con una empalizada, asediar la ciudad por el flanco oeste y esperar el ataque francés para rechazarlo con los ballesteros y posteriormente contraatacar con el objetivo de recluirlo en el interior del castillo. Por el contrario, Pedro II, haciendo oídos sordos a los consejos ofrecidos por su cuñado, plantó batalla sin esperar a que llegara todo su ejército, ya que los refuerzos de Guillermo II de Montcada y de Bearn, Gastón VI de Bearn y Nuño Sánchez estaban de camino cerca de Narbona. El rey quería que su ejército, que había participado en la victoria cristiana en la batalla de Las Navas de Tolosa, se comparara en valentía con la hasta entonces invencible caballería francesa sin fortificar el campamento, y pretendía vencer en campo abierto.
 
Simón IV de Montfort, en clara inferioridad numérica, con víveres para sólo una jornada y a más de cien leguas de su base de operaciones, decidió no quedarse encerrado en el castillo de Muret y lanzó un ataque fulminante, utilizando la mejor arma de la caballería pesada, la carga. Organizó la caballería francesa en tres escuadrones de 300 caballeros: el escuadrón de vanguardia lo dirigían Guillaume de Contres y Guillaume des Barres, el segundo escuadrón estaba mandado por Bouchard de Marly y el tercero por el propio Simón de Montfort; por su parte, los ballesteros y lanceros defendían el castillo y protegían el acceso de la caballería. La tropa fue reunida en la plaza del mercado, donde se le comunicó el orden de batalla con una arenga de Montfort.
 
La madrugada del 13 de septiembre la infantería tolosana reinició los trabajos de asedio, atacando las puertas de la muralla mientras la caballería vigilaba la posible salida de los cruzados. Por la tarde, la mayor parte de la caballería aragonesa se retiró para descansar y ese fue el momento elegido por Simón de Montfort para atacar con su tropa descansada saliendo por la puerta de Salas, que daba al río Loja y que los sitiadores no podían ver, doblando una esquina de la muralla del castillo, al puente de San Sernín y atravesando el río por un vado.
 
La caballería cruzada emergió, de repente, del nivel del lecho del río avanzando hacia el llano y sorprendiendo a los sitiadores. Los dos primeros cuerpos giraron a la izquierda, y la primera de las tres acometidas de los franceses fue respondida por las tropas de Raimundo Roger I de Foix, pero tuvieron que replegarse rápidamente ante la impetuosidad de la caballería francesa, tomando el relevo las tropas del rey aragonés. Los franceses, con su gran maniobrabilidad y conservando la formación, mantuvieron la ventaja numérica en las dos acometidas siguientes y no permitieron que los aragoneses se reagruparan.

E'N Simon de Montfort era en Murel be ab .DCCC. homens a caval tro en .M., e nostre pare vench sobr'ell prop d'aquel loch on el estava. E foren ab el d'Aragó don Miquel de Luzia, e don Blascho d'Alagó, e don Roderich de Liçana, e don Ladro, e don Gomes de Luna, e don Miquel de Roda, e don G. de Puyo, e don Azmar Pardo, et d'altres de sa maynade molts qui a nos no poden membrar : mas tant nos membre que'ns dixeren aquels que'y avien estat, e sabien lo feyt, que levat don Gomes, e don Miquel de Roda, e Azmar Pardo, e alguns de sa meynade que'y moriren, qu'els altres lo desempararen en la batalla, e se'n fugiren : hí de Catalunya En Dalmau de Crexel, e N'Uch de Mataplana, e En G. d'Orta, e En Bernat dez Castel bisbal, e aquels fugiren ab los altres. Mas be sabem per cert que don Nuno Sanxes, e En G. de Montcada que fiyl d'En G. R. e de Na G. de Castelviy, no foren en la batayla, ans enviaren missatge al Rey que'ls esperas, e'l Rey no'ls volch esperar : e feu la batayla ab aquels qui eren ab el.

La Batalla de Muret, según el Llibre dels fets
Pedro el Católico había decidido probar su valía como caballero cambiándose la armadura con uno de sus hombres para enfrentarse como simple caballero a Simón de Montfort, pero el objetivo cruzado era el de matar al monarca a cualquier precio porque la defensa de la Iglesia justificaba todas las acciones, y así se lo encargó a dos de sus caballeros, Alain de Roucy y Florent de Ville, que abatieron al caballero que vestía la armadura real y después al propio rey cuando éste se descubrió al grito de "El rei, heus-el aquí!" ("Aquí está el rey"), a pesar de haber acabado con algunos de sus atacantes.
La noticia de la muerte de Pedro II extendió el pánico entre el resto del ejército, que fue completamente derrotado al ser sorprendido por un ataque por el flanco efectuado por las tropas de reserva de Montfort, emprendiendo los caballeros aragoneses la retirada. El ejército tolosano, que aún no había participado en el combate, viéndose desbordado por el alud de aragoneses y catalanes que retrocedían de forma desordenada, huyó igualmente sin haber llegado a atacar, siendo alcanzado por los caballeros franceses, que provocaron unas bajas entre los derrotados que se calculan entre los 15.000 y 20.000 hombres.

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